Primera Princesa de Asturias, Catalina de Lancáster (1373-1418)
El matrimonio de Catalina de Lancaster con Enrique III El Doliente, cerró una etapa de la historia de Castilla que se inició con el asesinato de Pedro I el Cruel a manos de su hermano bastardo. Dicho enlace reunía de nuevo a las dos ramas dinásticas enfrentadas. Catalina fue la primera reina de Castilla y España nombrada Princesa de Asturias.
Los orígenes dinásticos
Catalina de Lancaster nació en Hertford, Inglaterra, el 31 de marzo de 1373. Era la hija mayor de Juan de Gante y su segunda esposa, Constanza de Castilla. Constanza era hija de Pedro I el cruel y María de Padilla, por lo que era la última descendiente legítima de la rama dinástica derrocada por los Trastámara. Su suegro y su padre tenían puestos los ojos en Castilla donde los nobles defensores del asesinado rey Pedro deseaban reinstaurar la antigua dinastía. Pero ni Constanza ni su esposo Juan recuperaron en su persona los derechos perdidos. Tendrían que esperar a que su hija Catalina cumpliera sus propios deseos.
Un enlace para la paz
Enrique de Trastámara, hermanastro de Pedro el Cruel, había asesinado al rey su hermano en el conocido como regicidio de Montiel el 23 de marzo de 1369. Empezaba así una nueva dinastía en Castilla. Pero el camino no fue fácil pues los defensores del fallecido rey no cesaron de luchar en la sombra convirtiendo Castilla en un reino inseguro. Después de Enrique, reinó su hijo Juan I. El nuevo rey vio en el enlace de su hijo Enrique y Catalina, la nieta del rey Pedro una oportunidad para terminar con el conflicto.
En 1388 en Palencia, se cerraba el tratado de Bayona por el que se aprobaba el enlace entre Enrique y Catalina y se compensaba a Juan de Gante y su esposa Constanza con la cesión de algunas villas e indemnizaciones en metálico. A cambio, los duques de Lancaster renunciaba a cualquier derecho al trono castellano, anulando así, el problema sucesorio.
Ese mismo año, y en la misma ciudad de Palencia, se casaron los nuevos herederos del reino de Castilla. Enrique tenía entonces 10 años, Catalina, 14.
Príncipes de Asturias
Por primera vez en la historia de Castilla y de España, los príncipes herederos fueron jurados como Príncipes de Asturias, siguiendo al antigua costumbre inglesa de nombrar a los futuros reyes Príncipes de Gales.
Dos años despúes, el 9 de octubre de 1390, el rey Juan I fallecía. Con tan solo 12 años Enrique, y 16 Catalina, se convertían en reyes de Castilla.
Un marido enfermo
Debido a su corta edad, la pareja real tuvo que esperar ocho años hasta conseguir engendrar un heredero. Primero nacerían María y Catalina, esposas de Alfonso V de Aragón y Enrique de Aragón, respectivamente. El 6 de marzo de 1405 llegaba por fin el ansiado heredero, al que dieron el nombre de Juan.
La larga espera del hijo varón hizo que María fuera educada como futura reina. Su padre, el rey Enrique, había sido apodado El Doliente, por su mala salud, que hacía temer por su vida y por la llegada del heredero. De hecho, poco más de una año después del nacimiento de Juan, Enrique III moría sin haber cumplido los 27 años de edad.
Regencia compartida
Enrique III había dado claras instrucciones en su testamento sobre el destino de su reino. Al tener su hijo Juan solamente dos años, Enrique ordenó en sus últimas voluntades que la regencia de Castilla recayera sobre su esposa Catalina y su hermano, Fernando, conocido posteriormente como El de Antequera.
Durante 6 años Catalina ejerció la regencia de su hijo al lado de su cuñado con cierta tranquilidad a pesar de alguna que otra desavenencia política. Pero en 1412, cuando el Compromiso de Caspe eligió a Fernando como rey de Aragón, este renunció a su cargo en Castilla no sin antes nombrar un Consejo de tutores para su sobrino, algo que molestó a Catalina.
Pero en 1416, la muerte de Fernando dejó el camino libre a la reina para ejercer la regencia y la tutoría de su hijo en solitario.
El triste fin de Catalina
En los últimos años de su vida, Catalina se convirtió en una mujer obesa y demasiado aficionada al alcohol. A pesar de ello, y de que la historia se encargara de destacar sus defectos, no así los de otros reyes que fueron hombres, Catalina mantuvo la regencia de Castilla hasta su muerte con prudencia y buen gobierno, a la vez que no olvidó la educación de su hijo.
Catalina de Lancaster no pudo ver coronar a Juan. Falleció el 2 de junio de 1418 en Valladolid, con 44 años de edad. Un año después, con 14 años, Juan era declarado mayor de edad.
La que sería abuela de Isabel I de Castilla, conocida como la Reina Católica, descansa en la Capilla de los Reyes Nuevos de Toledo.