La controladora reina fea, Isabel de Farnesio (1692-1766)
Isabel de Farnesio no estaba en la lista de princesas casaderas de su tiempo. Unas viruelas infantiles dejaron marcado su rostro, afeándolo y haciéndola muy poco atractiva. Pero el destino quiso que Isabel fuera reina. Y lo fuera en España. Fue el destino o su propia capacidad de dominar a los que tenía a su alrededor, algo que demostró con creces durante su estancia en su país de adopción. Isabel de Farnesio gobernó a la sombra de un Felipe V decadente y consiguió situar a sus hijos en el sitio que ella quería. Había conseguido su objetivo.
Duquesa de Parma
Isabel de Farnesio nació el 25 de octubre de 1692 en la ciudad italiana de Parma. Era la segunda hija del entonces heredero del ducado de Parma, Eduardo Farnesio y Sofía Dorotea de Baviera-Neoburgo. Como miembro de la familia dominante en el ducado de Parma, Isabel tuvo una infancia acomodada y recibió una exquisita educación de la mano de los profesores más reputados de su tiempo. La pequeña Isabel aprendió gramática, historia, varios idiomas y adquirió conocimientos artísticos como la música, el baile o la pintura.
Isabel se estaba formando para ser una buena princesa, digna de su estirpe y posible moneda de cambio en alguna corte europea. Pero unas viruelas infantiles dejaron en su rostro unas marcas nada favorecedoras que hacían de su físico un inconveniente a la hora de buscarle un candidato adecuado. Isabel tendría que compensar sus defectos físicos con sus conocimientos, su inteligencia y su capacidad de manipulación.
Cuando tenía poco más de un año, el príncipe Eduardo fallecía y su tío, Francisco Farnesio se convertía en su padrastro al casarse con su madre. Meses antes había muerto también su hermano mayor, Alejandro, quedando Isabel la tercera en la línea sucesoria del ducado de Parma por detrás de su padrastro Francisco y su otro tío Antonio. Ambos se convirtieron en duques de Parma pero ninguno tuvo descendencia por lo que Isabel de Farnesio se convertíría en duquesa de Parma.
Reina de España
El 14 de febrero de 1714 fallecía la dulce y amada reina de España María Luisa de Saboya, primera esposa de Felipe V con quien había tenido dos hijos y herederos al trono español. Los consejeros del rey, entre ellos la todopoderosa princesa de los Ursinos, empezaron a buscar una nueva esposa para un Felipe V de aún 30 años y con posibilidad de ampliar la descendencia.
La princesa de los Ursinos no quería a su lado a ninguna muchacha casadera que fuera demasiado dominante. Necesitaba a una princesa moldeable, algo que no iba a ser Isabel de Farnesio quien sin embargo, se coló en el primer puesto de la lista de candidatas gracias a las negociaciones del futuro cardenal Alberoni quien no dudó en presentar a la duquesa de Parma como una joven sumisa y de fácil trato.
Cuando Isabel llegó a Jadraque el 22 de diciembre de 1714 y se encontró con la Princesa de los Ursinos esta se dio cuenta del grave error que había cometido. La futura reina de España no iba a ser como su fiel María Luisa. Isabel expulsó para siempre a la princesa de la corte y de su patria de adopción. No iba a consentir que nada ni nadie se pusiera entre ella y el poder.
Dos días después, se celebraba en Guadalajara la boda entre Isabel de Farnesio y Felipe V. Empezaba el reinado en la sombra de la conocida popular y despectivamente como "La parmesana". Isabel despidió a varios miembros del gobierno y colocó a sus favoritos, mayoritariamente italianos. No sólo eso sino que consiguió influir en su marido al que controló a su antojo.
Isabel de Farnesio tuvo un papel determinante en el cambio de rumbo de la política exterior de España reclamando los territorios italianos que se habían perdido tras la firma del tratado de Utrech y buscando alianzas en favor de sus propios hijos.
En este sentido, Isabel no tuvo nunca una relación cordial con los hijos de su esposo y María Luisa de Saboya y futuros reyes de España. Mirando siempre en beneficio propio y de sus propios hijos, consiguió para el mayor, Carlos, el reino de Nápoles y Sicilia, para Felipe, el ducado de Parma y para Luis Antonio el arzobispado de Toledo. Para sus hijas buscó enlaces con las grandes casas reales. María Ana Victoria se casó con el rey de Portugal y María Teresa con el delfín de Francia mientras que María Antonia Fernanda se unió a la casa de Saboya.
Si con sus hijos tuvo siempre una relación personal fría y distante, no menos hizo con Luis y Fernando, a los que no dudó en intentar apartar del gobierno.
La reina desterrada
No es extraño que cuando Felipe V fallecía el 9 de julio de 1746 y subía al trono su hijo como Fernando VI, este no dudara en alejarla de la corte. Isabel de Farnesio fue desterrada al Real Sitio de la Granja de San Ildefonso en Segovia. Allí y en el cercano Palacio de Riofrío que mandó construir, pasó Isabel más de una década, dedicada a su vida privada, al arte y a observar en la distancia los movimientos de su hijastro el rey.
En 1759 moría Fernando VI, allanando el camino al trono español a su hijo primogénito como Carlos III. Esta vez tampoco pasaría mucho tiempo en la corte, pues sus continuas desavenencias con su nuera, María Amalia de Sajonia, la condujeron de vuelta al exilio. Ahora en Aranjuez, donde viviría hasta el final de sus días. Isabel de Farnesio moría el 10 de julio de 1766, a los 73 años de edad. Fue enterrada en la Colegiata del Palacio Real de la Granja, junto a su esposo, Felipe V.